domingo, 14 de agosto de 2011

Renacimiento

Esta semana he renacido, surgido de las cenizas, como una figura de la miteología griega. Ha sido una semana importante después del parón porque tenía bastantes dudas. ¿Me había recuperado bien de la caída? ¿Había perdido mucha forma? ¿Estaría el cuerpo en condiciones para asimilar la carga del segundo ciclo de pretemporada (que supone bastante más tela que el primero)? Al final todo sin problemas. Incluso he acabado la semana con mejores sensaciones que antes del accidente, el cuerpo cada vez responde mejor y a pesar del aumento de carga me siento menos cansado después de los entrenos que durante el primer ciclo. Buena señal.

Pero cuando realmente me sentí renacido fue el sábado, en la subida por Olías a la Reina en bici. Fue reencontrarme conmigo mismo. Claro que después de un accidente como el mío uno se hace preguntas tipo “Realmente merece la pena?”, “Por qué no te limitas a correr y a los patines?” Pero me encanta la bici. No podría dejarla y la subida a la Reina sirvió para despejar todas las dudas que tenía conmigo mismo. No fue una subida espectacular de esas contrarreloj que haces corriendo contra ti mismo, subiendo a toda leche y batiendo tus propios records. La verdad que no tenía las piernas muy finas ni un pedaleo alegre como hace dos meses, que me parece normal, sí ahora corro más y sólo utilizo la bici para alternar.




Salí con el sol levantándose a las 7h30. Ya en la Cala y más por la Araña noté esa brisa fresquita maravillosa de primera hora de la mañana. Después de pasar por el Palo y por debajo del puente de autovía me encontré con una acompañante incómoda y pesada que no se separía de mi hasta dentro de 1h15min: la pendiente constante que me iba a imponer mi ritmo a lo largo de 20km. Pero esta vez fue una subida más espiritual que competitiva, una experiencia más existencial que deportiva, en una palabra: un recital. Esos primeros rayos del sol que alcanzan primero las cimas y luego se extienden por cordilleras enteras. Esa tranquilidad, lejos del ruido de la ciudad, manteniéndola a distancia. Ese panorama del mar, el Candado, San Antón, la Bahia de Málaga, la Sierra de Mijas, que con más altura se va abriendo cada vez más. Por supuesto no fue la primera vez que descubrí esas cosas. Pero cada vez es igual de intenso y cada vez parece la primera vez.

Llegó la mejor de todas las impresiones. Cuando ya has superado lo más duro, el muro de Olías, y el mundo se siente en deuda contigo y te ofrece una recompensa porque cree que te la mereces: una panorámica única de la Axarquía. Con sus pueblos del interior, a esa hora de la mañana todavía cubiertos por una ligera bruma, como bañados en dulce de algodón. Una nube baja chiquita y perdida agarrándose al macizo rocoso de los Pirineos de la Costa del Sol. Comares como siempre vigilando a todos y todo pero en plena armonía con su entorno. Cualquiera sabe cómo lo hace para que nadie se sienta molesto por su mirada persistente. A veces ni te da tiempo para fijarte también en el Boquete de Zafarraya y la como siempre majestuosa Maroma.

Me pasó lo que suele pasar ante tanta belleza. Me quedé asombrado. Fueron impresiones tan intensas que el resto de la subida se me pasó volando. Coroné la Reina con esa sensación de haber vivido tantas cosas en algo más de una hora. Pensé un segundo (en realidad fue menos de un segundo) en toda la gente que a esa hora estaría todavía en la cama y que no sabían lo que ya se habían perdido.  


-          Díme una cosa. ¿Por qué hablas tanto de objetivos, entrenamientos, ciclos, pulsaciones etc.? ¿Son realmente tan importantes para ti esos objetivos?

-          Sí, por supuesto lo son.

-          Entonces eres como tu padre que nunca supo vivir en el presente, sólo estaba pendiente de planes, proyectos para el futuro etc. ¿Tú realmente sabes disfrutar de lo que haces? O sólo lo haces para poder conseguir algún objetivo?

-          ¿Has leído la pequeña crónica sobre la subida a la Reina? ¿No crees que sólo una persona capaz de disfrutar de cada segundo sería capaz de escribirla? Son importantes los objetivos. Pero también nos tienen que gustar, atraer, fascinar los pasitos para conseguirlos. Gandhi habría dicho: “La meta es el camino”.


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